Tras 19 años de trabajar como caricaturista política para el diario El Universal de Caracas, Rayma se exilió en Miami en 2015 como respuesta a la serie de amenazas que enfrentó después de ser despedida por una caricatura en la que utilizó la firma del expresidente Hugo Chávez para satirizar su legado y el mal estado del sistema de salud en Venezuela. El hecho no solo confirmó la falta de libertad de expresión en su país, sino el poder del dibujo y la caricatura para denunciar los atropellos hacia los valores democráticos.
Desde su propia experiencia como exiliada y víctima de la censura y la opresión, Rayma logra dibujar la terrible realidad que implica la inmigración, el desarraigo, los duelos, las emociones frente al nuevo panorama, la nostalgia y el coraje de reconstruirnos a nosotros mismos en la sociedad que nos recibe.
Yo Inmigrante surge inspirada por la experiencia personal de la artista, su acercamiento y empatía hacia un tema tan sensible hace que se vuelva un tema colectivo que trasciende geografías y nacionalidades, y que toca subjetividades sobre todo en un país como México en el que la inmigración es parte de la vida cotidiana.
Yo Inmigrante: México reúne una serie de dibujos con íconos y referencias culturales e históricas tanto de México como de Venezuela, tales como, la odisea para obtener un pasaporte, la nueva identidad, el idioma, la gastronomía, el intercambio cultural y muchos tópicos más.
YO INMIGRANTE:MÉXICO, Rayma Suprani
Por Carlos E. Palacios
Si uno escribe en el buscador de cualquier navegador de internet el nombre de Rayma Suprani (Caracas, 1969) desde la segunda entrada, al pasar el consabido primer link de Wikipedia, surgen enlaces con agudas citas de sus críticas al régimen chavista y sobre el dictador Nicolás Maduro.
Para aquellos que no la conocen, Rayma es una periodista venezolana, ganadora del Premio de Prensa de la Sociedad Interamericana en 2005 y del Premio Vaclav Havel en 2019 y una artista que hizo de la caricatura en la prensa un lúcido mecanismo de opinión.
La obra de Rayma Suprani se caracteriza por el hecho de que deriva de dos grandes tradiciones: la enorme y rica genealogía de la viñeta y su naturaleza editorialista, en tanto que su autora es una aguda periodista gráfica. Como le sucede a tantos creadores que se dedican a la sátira humorística, esta creadora sufrió la consabida escalada que los regímenes totalitarios emprenden contra la libertad de expresión: una sucesión de eventos que comienza con la exposición pública de una caricatura bajo la modalidad de un escarnio y termina, como fue su caso, con el forzado desempleo y desarraigo. Sobra decir que esta tenebrosa estrategia no es una invención del chavismo venezolano: la historia del rechazo del poder político a los artistas que se han dedicado a la sátira gráfica es extensa y comienza con el mismo creador del género en la segunda mitad del siglo XVIII: William Hogarth. Desde entonces, muchos artistas han sufrido el escarnio, la censura y el exilio: como el vanguardista alemán George Grosz, quien durante los años veinte fue procesado por blasfemia y ofensas a la moral pública y a quien con cinco de sus obras, incluyeron en la tristemente célebre exposición de arte “degenerado” que organizaron los nazis en 1933. Grosz caricaturizaba a los militares del nazismo, para aquellos que se preguntan en que consistía la “ofensa a la moral pública”.
Pero no nos detengamos en la trayectoria de Rayma (para eso están los referidos buscadores del internet) ni en la genealogía de dibujantes “incómodos”, sino en esta exposición que discurre, como se vera de seguidas, sobre el exilio. En esta ocasión, sobre la diáspora venezolana en México.
Las cifras en torno a los forzados movimientos de la migración venezolana durante el gobierno de Nicolas Maduro son oprobiosas. Las condiciones infrahumanas de estos trayectos son de terror y las muertes durante los mismos, mucho mas que dolorosas: son una bofetada al alma de cualquier compatriota (menos a quienes miran para otro lado y que están sentados en la comodidad del poder).
Sin embargo, detras de todo drama humano (que de manera inédita en su historia les ha tocado vivir a los venezolanos) afloran gestos de bondad y una enorme resiliencia. De estos casos, la historia universal está plagada de ejemplos y en nuestros días, los medios de comunicación no se dan abasto en relatar los numerosos movimientos migratorios que vemos a lo largo de las fronteras globales. Esta exposición de Rayma quiere dar cuenta precisamente de la resiliencia, los sinsabores, de habitar otro lugar “desde cero” (como se dice popularmente), de la nostalgia, el recuerdo y los pequeños triunfos. De la nerviosa alegría de quienes logran vivir tranquilos, después de las tragedias que los expulsó del propio país y después de sobrevivir el tortuoso viaje del exilio. En resumidas cuentas, esta muestra de Rayma da cuenta con imaginación y certeza comunicativa, de lo que supone asimilar una nueva cultura, en este caso la mexicana.
Las asociaciones que propone en esta serie de obras son mucho mas que graciosas ocurrencias. Son declaraciones breves, contundentes y diáfanas, lo que da cuenta del alto profesionalismo de Rayma como comunicadora social. Es un ejercicio discursivo muy eficaz, comprensible por todos, agudo y rápido como una flecha. Por otro lado, la dulzura de los personajes definen y caracterizan el abordaje a la figura humana de Rayma.
En este sentido, sus dibujos atienden bien a la definición sobre la viñeta que señala: “dibujo humorístico acompañado normalmente de un texto breve”. Una de las características de su obra gráfica – y de su producción en general, pues se escapa del papel y el dibujo y adquiere perfiles variados en soportes inesperados para la ilustración, desde técnicas de impresión muy sofisticadas- es esa contundente línea negra que los define. Es un trazo seguro que con gran destreza y soltura logra, asombrosamente, detallar personajes, objetos y situaciones. A partir de este trazo (santo y seña del estilo de esta creadora) los colores alegres, vivos y desprendidos ocupan las superficies en planos sin matices ni gradaciones. Algo que remite a las técnicas de impresión de las rotativas en los talleres gráficos de los periódicos (un lugar tan cercano a Rayma) y que nos recuerda su empleo por algunos artistas pop, como el caso de las cuatricromías de Roy Lichtenstein, las serigrafías de Warhol o los objetos manufacturados de Keith Haring. Son pocos los elementos que componen las viñetas de Rayma y en la combinación entre el discurso y la forma, entre el mensaje y el dibujo apoyados en la soltura del trazo seguro y el ingenio es donde radica su eficacia comunicacional pero su conexión con los lectores y espectadores también reside en que traducen un estado del alma, una idea y, sobre todo, una opinión de la que no podemos escapar, pues inmediatamente entabla un diálogo con nosotros. Son, como decíamos antes unas viñetas, pero de una gran inteligencia y sensibilidad.
No hace falta ser un avezado espectador de exposiciones, no hace falta el rigor del crítico de arte para entender las obras de Rayma Suprani. Su elocuencia es inmediata y nos llega a todos por igual: esta es quizás, la característica principal del buen caricaturista gráfico desde los tiempos del ya mencionado William Hogarth, iniciador de esta práctica. Para finalizar esta presentación “mexicana”, sería bueno señalar que a diferencia de sus viñetas en la prensa venezolana, duras y pesimistas en proporción directa a los últimos y aciagos veinte años de chavismomadurismo, las obras de esta exposición están franqueadas por un cierto grado de optimismo, la seguridad que da vivir una nueva realidad y en adoptar una nueva cultura que se suma a la propia.
Esta muestra es parte de un proyecto mas extenso al que Rayma se ha dedicado los últimos años: el éxodo venezolano, que ya lidera los movimientos migratorios forzados del mundo con la escalofriante cifra de seis millones de migrantes). Es no sólo un tema importante de su obra reciente sino un asunto muy cercano a la propia Rayma: ella misma vive en el exilio a consecuencia de sus caricaturas, áridas con el chavismo-madurismo que las rechazó, censuró y que la llevó a perder su trabajo en uno de los periódicos más importantes de Venezuela, para luego tener que vivir lejos de su país.
Esta situación personal da cuenta de la fuerza de su poder comunicador que, en compañía de su dibujo directo, gracioso como tiene que ser la buena caricatura, es donde aflora la particularidad de su trabajo. Estas obras recogen una opinión, un punto de vista y una forma de entender desde la resiliencia el fenómeno de la migración. Gracias a su habilidoso ingenio, Rayma proyecta en sus personajes una catarata de sentimientos y situaciones que detonan igualmente en nosotros. De alguna manera sus caricaturas nos retratan y nos ponen, en tanto espectadores/lectores, frente a un espejo que es también una opinión y que es un dibujo (y viceversa).
Finalmente habría que decir que ésta exposición es una crónica de los sentimientos de quien emigra. Estas obras dan cuenta, con una rápida inteligencia visual, de lo que todos sentimos: una rara mezcla entre esperanza, añoranza y el comienzo de una confianza. Obras con el alma dividida, como en aparece en un dulce dibujo de Rayma: entre el noble México de acogida con su corazón de chile y Venezuela, siempre presente en el corazón, corazón de ají dulce criollo.
Ensenada, Baja California, Agosto de 2022.